domingo, 28 de septiembre de 2025

Amores que matan

     Notó que una mano desconocida lo agarraba del cuello. Todo fue tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de plantearse quién podría estar ahogándolo. El aire, de forma casi inmediata, comenzó a faltarle.

     Luego otra mano le tapó la boca y los orificios de la nariz. Boqueó inútilmente. Los ojos se le abrieron tanto que parecían querer salir de sus órbitas.

     Sintió que apenas le quedaban unos segundos.

     Al borde de la muerte, a punto de resignarse a su fin, notó cómo una voz le susurraba al oído:

     - Tranquilo, no digas nada. Estoy aquí para protegerte.

     ¿Para protegerlo? ¡Joder!

     Si hubiera podido, habría gritado con todas sus fuerzas y le habría cantado las cuarenta a aquel cabrón. Ahora solo le quedaba desear que hubiera dicho la verdad y que, en efecto, fuera aflojando la presión de sus manos.

     Porque igual que hay amores que matan, hay protecciones que, más que proteger, amenazan.


domingo, 21 de septiembre de 2025

El final de la historia

     - ¿Sabes ese momento, justo antes del desenlace de la historia, en el se produce una pausa en el devenir de los acontecimientos?

     Me quedé en silencio, pensando, durante unos segundos. Afirmé con la cabeza.

     - Si fuera una película, meterían unos minutos de música mientras los protagonistas deliberan, mirando al cielo y en actitud reflexiva, sobre qué decisión tomar.

     - Exacto. Si lo piensas bien, son los momentos clave. También nosotros, observadores externos de la historia, reflexionamos. En ese momento la balanza está en equilibrio. Puede caer de un lado, puede caer del otro. Creemos saber qué pasará, si el protagonista triunfará, si morirá con honor, si nos hará reír o llorar. Pero en realidad no lo sabemos. Estamos a merced del creador de la historia.

     Sonreí.

     - Pues creo -continuó - que, ahora mismo, estamos, tú y yo, en uno de esos momentos. ¿Crees que sabes lo que pasará a partir de ahora?

     Dije que sí.

     - Pero, si miras en el fondo de tu ser, verás que aún todo puede pasar, que en realidad no sabes nada, que estás en manos del destino. Y eso, querido amigo, nos da un miedo atroz. Por eso lo negamos, por eso preferimos vivir la fantasía de que lo tenemos todo bajo control.

     Me quedé pensando. No demasiado profundo, ni demasiado tiempo, para evitar llegar a conclusiones que pudieran aterrorizarme. 


domingo, 14 de septiembre de 2025

Miradas que matan

     Lo vi con mis propios ojos. Furtivamente, escondido tras las cortinas de la ventana que da a la calle, como un vecino cotilla. Pero fui testigo, y eso me aterra.

     Ya tenía ciertas sospechas. La primera vez fue hace unos días: aquel tipo iba caminando por la calle, se detuvo, miró a una señora que caminaba al otro lado de la calle e, inmediatamente, esta cayó al suelo. Nadie más lo vio. El tipo reinició la marcha, y la señora necesitó unos segundos para incorporarse, sana y salva, afortunadamente.

    Pero ayer lo vi provocar un accidente. Era el mismo tipo. Caminaba por la misma calle. Se detuvo, miró el semáforo, miró a un viandante que pretendía cruzar y, al momento, se produjo un atropello. Juraría que ambos, vehículo y peatón, estaban en verde. ¿Es eso posible? Nuevamente, solo yo fui testigo.

     Lo más preocupante es que el tipo, antes de reemprender la marcha, miró hacia mi ventana. Las cortinas estaban corridas, pero una luz en el interior estaba encendida. ¿Habría detectado mi presencia? ¿Qué será de mí ahora?

     Creo que si el tipo no puede poner sus ojos sobre mí, no me pasará nada. Por ello no pienso salir, ni asomarme a la ventana, durante un buen tiempo. El tiempo que haga falta. Tengo claro que me va la vida en ello.


jueves, 11 de septiembre de 2025

Tener amigos para esto

     - Ven -me dijo en cuanto atravesé el umbral de su puerta-. - Te voy a enseñar algo que te va a dejar flipado.

     Pensé que me iba a llevar a llevar a su habitación, a esa en la que tantas horas habíamos pasado de adolescentes, jugando, conversando, arreglando el mundo. Por un momento imaginé que, como tantas otras veces, me iba a enseñar sus nuevas zapatillas, o su nuevo registro en el juego de moda.

     Curiosamente, comenzó a descender escaleras, no a subirlas, en dirección al sótano.

     - ¿A dónde me llevas?

     Por toda respuesta se llevó el índice a los labios. Yo callé, obediente.

     Allí olía raro. Como a abandono, o a basura sin recoger. Tuve que pellizcarme la nariz para sofocar la primera hedionda bocanada, y necesité unos segundos para que mis ojos se acostumbraran a la penumbra.

     Cuando vi lo que había allí abajo, me quedé helado.

     Una persona en un estado lamentable, sucia, desnutrida y postrada, yacía tirada en el interior de un objeto de metal difícilmente calificable como algo distinto de una jaula.

     - ¿Y ahora qué hacemos? -me dijo mi amigo.
     - ¿Y ahora qué hacemos? -repetí lleno de furia. - Este es tu problema, gilipollas.

     Pero él negó con la cabeza.

     - Necesito que me ayudes a salir de esta, amigo. Sé que me ayudarás.

     A punto estuve de agarrarlo por el cuello y darle una buena sacudida.